Estar dentro de la sala del Tribunal Supremo tiene algunas ventajas. Los discursos se oyen igual dentro que fuera, pero la presencia física permite asistir a una colección de momentos impagables. De los vividos el miércoles me quedaría con uno. Después del alegato de Santi Vila, Marchena ordena un receso de 10 minutos, y mientras desfilamos veo cómo Txell Bonet está a punto de pasar por delante de donde está Jordi Cuixart repartiendo sonrisas y saludos.
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